jueves, 4 de septiembre de 2008

La Kabra vuelve a lo elevado...


... y es porque no vean ustedes cómo corren las aguas. Dejemos que estos minutos escasillos que tengo hoy -por fin pude encontrarlos tras 9 días de angustioso escrutinio - sirvan de transición desde la posición acomodada del corral materno hasta el corralito que me ve crecer. Por el camino, desde la campiña hasta la meseta, he pasado por un mar que en esta ocasión se me ha revelado de manera diferente. Me pregunto si los animales que habitan en las costas confinantes observan lo mismo que yo. El Mediterráneo, con todo mi lamentar, está moribundo o mortecino (que por ser sinónimos no cambian sino el acento de la aseveración). Por eso hay que apresurarse no a poner pañitos calientes, porque esto no lo cura excepto el tiempo tras la desaparición de la raza humana, sino a recuperar lo que se pueda de su testimonio.

Fíjense en que lo que ahora espero es poder concluir la lectura iniciada a las orillas de aquél (con acento para evitar la anfibología). El maestro Gabirol me ha dejado sentarme enfrente de su conversación con cualquiera de sus discípulos y hago de invitado de excepción (excepcional que dejen sentarse a semejante analfabeto). Y ahí andan, emanando visiones y conclusiones a un ritmo aplastante pero tranquilo. Un ejemplo, un asomarse a la línea Maestra hacia la última esencia y forma. Tardaré en terminar sus escasas 300 páginas porque cada párrafo me deja del revés y mirando hacia el vacío para intentar comprenderlo. Qué pena, apenas veo una pequeña sombra en el final de un infinito túnel de oscuridad. En aquél terminé sin pena ni gloria el "Libro de la Tradición" de Abraham Ibn Daud, básicamente una réplica a caraitas en defensa del talmud. No duda en inventar partes de la historia si es necesario: Desde Adán hasta el diluvio, desdel el diluvio hasta Abraham... y así. Enorme. Algo más de un árbol genealógico. No se lleven a engaños, he seguido este libro sin pena ni gloria, apenas memorizando la esencia e impregnándome de la importancia de ciertas sectas judaicas. Entre este autor y el que me tiene atrapado ahora, el nuevo amigo Gabirol, no he podido sino sentirme lo más insignificante del mundo. Más ínfimo que cuando me he bañado en mares u océanos. La cacufa más pestilenta y pisoteada. No tengo ni la más remota idea ni soy capaz de comprender qué demonios me rodea.

Marcho ahora para seguir en el cauce y no parar demasiado en las orillas arcillosas. Qué alegría da ver que este venero se encauza en cotas de altos montes. Ustedes tengan a bien comentar lo que se les ocurra, que de seguro encuentran sobre qué y son los comentarios pertinentes.

Ahora, si me disculpan...

p.d.: da gusto observar como la vida sigue alrededor, con proyectos por venir y de los que sólo me separa la conciencia, pero a los que me une todo lo demás... Ánimo.

1 comentario:

sánchez dijo...

Siento haber tardado tanto... pero ya sabes... (te tutearé, si no me indicas lo contrario...) ya sabes, decía, que las épocas de cambios buenos son peligrosas. Creo que llevar en la mochila una fotografía de la cima, puede distraer tu mente de ese alud de ganas inmensas de todo lo demás que se te viene encima. Y eso sería una pena... ahora que por fin sabes lo que hay arriba.
Estoy seco, ya lo ves. No fluye nada por mi sistema literario.
Es comprensible, claro, porque salvo un pequeño garabato en la arena, que ni las olas del mar muerto han hecho nada por borrar, va a hacer ya demasiado desde la última vez.
Me da un poco de pena tanta justificación, pero es que es así como me siento, justificado (?). Quiero decir que al leer hoy todas las entradas de esta cabra, me he sentido un poco abrumado y desconcertado porque -y vuelvo a lo ególatra (aunque yo fuera siempre más de tente)- no sé dónde olvidé mi tiempo… ¡no sé dónde olvidé a Dios!
Supongo que Él también me estará buscando a mí, y que me tiene puesta la etiqueta de pendiente (qué gran herramienta ese gmail, esclavizadora, pero grande, al fin y al cabo). Pero, bueno… está todo eso de Su condición eterna y, vale, pues entendería que fuera yo el que tuviera que poner más empeño en resolver un buen encuentro.
Sí, definitivamente voy a entregarme a ello y, si no te importa, espero seguir compartiendo contigo la información de este caso perdido.

Continúa con salud espirituosa,

sánchez.